viernes, 5 de marzo de 2010

MUCHAS COSAS Y NO TANTAS, según cómo se mire

La 1 de la madrugada, casi tres días sin ducharme ni cambiarme de ropa, rodeada de cientos de cucarachas, sin saber si nuestras cosas siguen vivas o aplastadas por algún mueble o por el edificio entero y sin tener todavía cómo volver a casa. Ésta es mi situación. Dramática pero cierta. Qué ganas de llegar a casa y pegarme una ducha!!
Hemos visto que el primer bus sale a las 7:10 de la mañana. Así q hay que hacer tiempo y cruzar los dedos para que haya plazas en el bus que va para Santiago. No podemos dormir por miedo a que nos roben hasta las bragas en la estación, así que he pensado que lo mejor que podía hacer era ir escribiendo mi viaje para hacer una nueva entrada al blog (que hace mucho mucho mucho que no hacemos) y hacer de esta manera, algo difícil olvidar este increíble verano a mi memoria de pez. Eso sí creo que lo publicaré por fascículos para que no se haga muy insufrible.

Tras las navidades con poco espíritu (o más bien nada) navideño, esperé a que llegasen mis padres. Así que me fui de empalmada al aeropuerto a eso de las 6 de la mañana. Con menudas pintas que me presenté después de no verlos en medio año. Y es que los padres son lo mejor: “hija pero q guapa estás!!” jejeje

Aquí es donde empieza la aventura. Empezamos pasando un día en Santiago para que viesen la ciudad. Vimos lo básico pero suficiente, y es que Santiago tampoco tiene mucho para ver… Así que fuimos al barrio Bellavista por la mañana, subimos al cerro San Cristóbal (donde vimos la plaza vasca), y de aquí nos fuimos al centro y a comer un helado después a Providencia. Para volver al centro por la noche al Palacio de la Moneda donde habían preparado un espectáculo de luces y fuegos.
Al día siguiente a la mañana a eso de las 7:00 estábamos ya en la estación de autobuses para ir hasta Mendoza. Cruzamos la cordillera y vimos el Aconcagua, y pasamos el día en Mendoza, que la verdad que quitando unos muñecos hechos con cocos que vendía una tipa el resto no merecía mucho la pena. Así que otra vez a la estación a la noche para tomar otro bus hasta Córdoba en mi primer autobús cama.
Córdoba tampoco es una ciudad que tenga mucho, más que Mendoza, pero quitando dos calles, ya no tiene tampoco mucho más que ver. Además a esta ciudad la cogí manía porque coincidió mi cumpleaños aquí y nos fuimos a comer a un restaurante medianamente pijo, y nos robaron la cámara de fotos de mi padre con unas 200 fotos. La buena. Así que a partir de ahí… día chof!
De todas formas el viaje continuaba así que ánimos en pie de nuevo, y a la carretera para pasar otra vez la noche en un bus. Esta vez en un cama-suite (Dios, como me va a costar volver a Alsa!!!) porque los pies de mi madre después de no ponerlos en alto desde que vino parecían de todo menos pies. Aquí por fin comí jamón serrano después de 6 meses (nunca pensé que iba a echar de menos algo como el jamón serrano). Esta noche fue un poco revuelta, porque pasamos en medio de una tormenta y un tornado que volcó varios autobuses como el nuestro y mató a más de una persona, pero al fin llegamos a Buenos Aires.
Aquí nos quedamos 4 o 5 días, no recuerdo bien, y nos vimos prácticamente toda la ciudad, excepto los inumerables mercados de artesanía, que se debieron de esconder todos!
La ciudad me encantó, era como vivir en una película de época (sin los atuendos de aquel entonces) y escuchando tango en todas las esquinas. Sí que esto era también por el turismo, pero se veía que había gente que lo vivía de verdad. Y me encantó el hecho de encontrarte rincones muy interesantes por cualquier lado: librerías de segunda mano, teatros… cultura andante y sonante por doquier.

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